Como casi todos los sábados últimamente, ayer también salí a tomar algo a los bares del centro. No suelo quedarme hasta muy tarde y muy pocas veces he ligado: soy gay, pero los amigos con los que salgo de fiesta no lo son, nunca vamos a locales de ambiente y en mi ciudad el resto de locales son, casi por definición, para personas heterosexuales.
Esta vez decidimos ir a un local que nos habían recomendado, estaba a apenas un par de calles de los pubs que visitábamos normalmente, así que dimos una oportunidad a este nuevo lugar. Nos gustó: buena música, con bastante gente, pero sin llegar a ser agobiante y nos quedamos allí. Me fijé en un chico moreno y delgado y me pareció que él me miró en un par de ocasiones, pero no me interesé por él, seguramente no fuese gay y no quería quedar en ridículo.
Unos minutos más tarde, cuando uno de mis amigos había ligado con una chica y habían decidido apartarse de nosotros, alguien me tocó la espalda y me preguntó si quería una copa. Me sorprendí al oír una voz masculina y me giré. Para mi asombro, era el chico de antes, a tan corta distancia que comencé a ponerme nervioso. Acepté su invitación y me acerqué con el a la barra, cuando nos sirvieron la bebida nos apartamos un poco, a un rincón algo más oscuro. Comenzamos a hablar de cosas sin sentido hasta que se lanzó sobre mí y me besó. Aprovechó mi sorpresa para agarrarme de la cintura y acercarme más a él. La sutil oscuridad de aquel rincón que nos hacía casi invisibles para el resto del local y la entrecortada respiración de ambos entre cada beso me estaba excitando cada vez más.
- Vamos a mi casa -me susurró al oído.
Dudé por un segundo si debía, no suelo ser hacer estas cosas, pero no pude negarme a ello. Acepté, avisé con un gesto a mis amigos y me fui con el chico a su coche.